APICULTURA EN LAS TERRAZAS DE NUEVA YORK !!!!!
En la mayoria de los paises eurpeos y en EEUU la apicultura tiene un gran papel. Esta demostrado que las abejas no son agresivas, por supuesto que se defiende !!!! si son atacadas o molstadas.
Aca la nota. Esperamos que latinoamerica tome los ejemplos buenos y que saquen de la ignorancia a la gente. LAS ABEJAS NO ATACAN
La apicultura está de moda en las azoteas de Nueva York. En un par de años se ha cuadruplicado el número de apicultores registrados en el departamento de Salud de la ciudad, y es innegable que existen además muchos más cuidadores de abejas que los oficialmente inscritos. “Una explicación de este incremento de la apicultura en la ciudad es que cada vez más interesa conocer la procedencia de los productos que consumimos, y trabajar con las abejas es una manera de vivirlo de cerca. También ofrecen una fuente de calma en una ciudad tan grande y bulliciosa como esta”, reflexiona Andrew Cote, que pertenece a la cuarta generación de una familia de apicultores del estado de Connecticut y que cuenta con 32 años de experiencia en el sector.
Cote fundó en el 2008 la New York Beekeepers Association (nyc-bees.org) y cuida cincuenta colmenas distribuidas por tejados y terrazas de los cinco barrios que componen la gran metrópoli. “Hace muchos años que hemos demostrado que la apicultura es una actividad que se puede hacer de una manera segura en tejados y terrazas sin molestar a nadie”, afirma. Lo cierto es que la ciudad de Nueva York mantuvo prohibida la apicultura durante once años, desde que en 1999 la administración del alcalde Rudolph Giuliani incluyó las abejas en una lista de animales prohibidos de la que formaban parte tigres y serpientes, entre otros. Y no fue hasta marzo del 2010, con Michael Bloomberg al frente de la alcaldía, cuando la indignada y luchadora comunidad de apicultores consiguió la vuelta a la legalidad, dejando atrás ese paréntesis de actividad clandestina.
“Las abejas sólo se muestran interesadas por el agua, el polen y el néctar, los humanos no les interesamos para nada. El verdadero peligro es la percepción equivocada que tenemos de las abejas melíferas, porque pensamos que son agresivas, pero ellas simplemente defienden su tesoro cuando se lo vamos a quitar. ¿Usted qué haría?”, plantea Andrew Cote.
Actualmente, la apicultura urbana es una actividad al alza en Nueva York y, como suele suceder con las iniciativas que se ponen de moda, muchos de los seguidores se inician precipitadamente y abandonan de la misma manera, otros la mantienen como un hobby y también hay quien pasa de tenerla como actividad complementaria a convertirla en una profesión.
Guillermo Fernándezes otro apicultor neoyorquino que pertenece a la asociación local New York City Beekeeping (nycbeekeeping.org) y a la nacional The Honey Bee Conservancy y se encarga de cuidar un grupo de seis colmenas situadas en Battery Park, en la parte más baja de Manhattan. Fernández asegura que prefiere que las abejas estén en los parques porque allí están más protegidas del viento, aunque relata que sufrieron de una manera extraordinaria los efectos del huracán Sandy, a finales de octubre del 2012, que acabó con gran parte de la colonia de abejas que tenía por entonces.
Ahora, unos meses después del huracán,Guillermo Fernández, ayudado por Nicole y Hannah, otras entusiastas apicultoras, se disponen a abrir, enfundados en sus chaquetas y máscaras protectoras, las recuperadas colmenas para asegurarse de que todo está bien. El ritual es siempre el mismo, y el primer paso, el prioritario, es localizar a la abeja reina, pues sin ella la colmena desaparecería.
La reina tiene un cuerpo más alargado que sus súbditas y presenta un punto negro natural en el tórax. Sorprendentemente, el punto de esta reina es azul, pero se explica porque los apicultores lo colorean (rojo, amarillo, azul o verde) para tener una referencia de la edad de cada reina.
Los apicultores de Battery Park finalizan su labor de control aportando agua con azúcar a las colmenas. La primavera es todavía muy temprana, y consideran que las abejas necesitan una pequeña ayuda. “El agua con azúcar es sólo un suplemento al alimento que las abejas ya traen, el néctar”, explica Guillermo Fernández.
David Graves es un granjero de Massachusetts, apicultor desde hace 28 años, que ha transmitido a su hija Heather su afición. Ambos se levantan a las dos de la mañana y recorren diariamente unos240 kilómetrospara atender sus colmenas, distribuidas por terrazas y tejados de Nueva York.
A sus 62 años, Graves, hombre de campo, tranquilo, humilde y tímido, se sonroja y se sorprende por la atracción que despierta hoy su actividad. No suele usar la máscara ni la chaqueta protectora, sólo en las ocasiones en las que transporta nuevas abejas para formar otra colmena, de manera que las abejas le pican no pocas veces, aunque él ni se inmuta. Tras subir a pie seis plantas de un edificio, llega casi agotado a un tejado dividido en dos partes: a un lado, un precioso y abarrotado jardín donde descansa una joven, y al otro, un tejado cubierto con tela asfáltica donde, detrás de una pequeña caseta, le esperan sus abejas.
El siguiente sitio que visita en el Upper West Side es una azotea llena de flores que Peter, su dueño, comparte con las colmenas que cuida Graves. David y Heather Graves se ganan la vida vendiendo miel, mermeladas y siropes de su propia marca, Berkshire Berries, en el Union Square Greenmarket, entre otros mercados. Lo mismo que hace Andrew Cote, quien al frente de su marca, Andrew’s Honey, tiene abarrotada su parada de botecitos, que vende a cinco, ocho, diez y hasta veinte dólares. Los más caros son los que indican que la miel que contienen es de la ciudad de Nueva York.
El éxito de la apicultura urbana en una ciudad que siempre mira con interés todo aquella que la acerca a la naturaleza tiene otros destacados protagonistas en algunos hoteles de lujo que se han sumado a esta actividad, entre ellos el Waldorf Astoria y el Intercontinental New York Barclay.
Las abejas del Waldorf llegaron al famoso hotel en abril del 2012 junto a su cuidador, Andrew Cote, en un coche de lujo y fueron recibidas en la puerta por una decena de periodistas, como si se tratara de una estrella.
Las pequeñas huéspedes están ubicadas en seis colmenas en la planta veinte, junto a un pequeño huerto de flores aromáticas y con unas espléndidas vistas al edificio Chrysler. El chef del hotel, el canadiense David Garcelon, prepara platos con la miel que se recolecta: una vinagreta o un suave y exquisito helado de miel se encuentran entre sus elaboraciones. Toda la miel que obtienen, en torno a 135 kilos al año, es aprovechada en las cocinas del hotel y también regalada a los huéspedes más especiales del prestigioso establecimiento.
En el Intercontinental Barclay, Liane Newton, de 50 años, es quien se encarga de las cuatro colmenas situadas en la decimocuarta planta. Ejerce la apicultura a tiempo parcial desde el 2009 y declara que lo hace en buena parte como una forma de filantropía. En el hotel, Liane Newton trabaja junto al chef, Serge Devesa, preparando algunas recetas con miel en la temporada de recolección, y también aquí es costumbre regalar miel a los clientes.
Newton, pieza importante de la asociación NYC Beekeeping, que se financia gracias a donaciones (“acabamos de recibir una importante donación y no sabemos de quién es”, comenta alegremente), detalla que el resto de la miel que recolectan en las otras colmenas de la ciudad la donan a caridad y a otras finalidades, como por ejemplo para uso educativo, para concienciar a los niños de la importancia de las abejas en la naturaleza.
Institutos como el New York Prep, en el Upper West Side, que se unió a la iniciativa de la apicultura desde poco después de su legalización, dispone de cinco colmenas ubicadas en su azotea y ofrece una asignatura optativa sobre apicultura a la que nunca le faltan alumnos.
Pero no todo es optimismo. Pesticidas, cambio climático, contaminación, campos electromagnéticos son algunas de las causas del síndrome de despoblamiento de las colmenas, fenómeno que en Estados Unidos se denomina colony colapse disorder y que ocurre a escala mundial desde hace un decenio, pero que ha empeorado en los últimos años y que, inevitablemente, también está presente en la ciudad de Nueva York. “De las diecisiete colonias que tenía en el 2007 me quedan seis, repartidas en cinco edificios”, se lamenta David Graves.
“Menos mal que el entorno urbano está creando un pequeño espacio para ayudarlas”, comenta Liane Newton, esperanzada, cuando se aborda la cuestión de cómo afecta la contaminación de las ciudades a las abejas.
La supervivencia de estos laboriosos insectos no es ninguna anécdota para el futuro de la especie humana en el planeta. “Muchos de nuestros alimentos dependen en gran medida de la polinización intermediada por las abejas. La actividad que nos dan gratuitamente se calcula a escala mundial, según los últimos estudios, en 265.000 millones de euros anuales”, detalla Luis Ferreirim, responsable de la campaña de agricultura y transgénicos de la organización Greenpeace en España.